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Luciana Echevarría: “Militar es comprometerse con transformar el mundo que habitamos”

Por Sofía Iciksonas
Luciana Echevarría
Luciana Echevarría, en su banca de la Legislatura de Córdoba, donde representa al Frente de Izquierda desde una militancia construida en las calles.

Luciana Echevarría empezó a militar en 2001, cuando el país estallaba y las universidades eran campos de batalla. Hoy, con casi 43 años, representa al Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) dentro del Frente de Izquierda en la Legislatura de Córdoba. Su historia es la de alguien que eligió la militancia como forma de vida, una herramienta para pelear por lo colectivo en un mundo que insiste en volverlo todo individual.

Al preguntarle por el valor de la militancia, Echevarría no duda: “Militar es comprometerse con transformar el mundo que habitamos. No alcanza con indignarse, hay que organizarse y dar pelea”.

–¿Cómo empezaste a militar y qué te llevó a involucrarte?

–Empecé en la facultad en 2001. Participaba en asambleas, marchas, tomas. Ahí entendí que la pelea por la educación pública era parte de algo mucho más profundo. Desde entonces, milito por los derechos de las mayorías populares: por la salud, la educación, el ambiente, el feminismo. Todo eso sigue siendo urgente. Uno puede cambiar en general algunas cuestiones, porque, por supuesto, aparecen nuevas problemáticas, pero siempre han sido más o menos las mismas peleas que las que me han marcado.

–¿Sentís que pudiste elegir las causas por las que militar o el contexto te fue llevando?

–Siempre hay luchas que te atraviesan más que otras. Pero si asumís un rol dirigente, como yo hoy, estás en todas las que podés. La militancia no es una lista de temas, es una postura frente a la vida.

–Se habla mucho de identidad y masividad en las marchas. ¿Qué pesa más?

–Son dimensiones distintas. Nosotros entendemos que en los momentos que estamos viviendo, donde se están generando cambios muy profundos en el régimen político —porque el gobierno que tenemos está yendo hacia un régimen mucho más autoritario, más represivo, con pérdida de libertades democráticas importantes—, no da lo mismo cuántos seamos en la calle. Es cuando más hay que hacer esfuerzos para lograr la mayor unidad en la acción. Esto significa que no da lo mismo que en una marcha haya cien o haya veinte mil. Para frenar políticas de ajuste o represión, necesitamos ser miles. Después, claro, hay que discutir con quién construir políticamente. Pero en la calle, la unidad en la acción es lo más poderoso.

–¿Qué pasa cuando un gobierno o partido se apropia de causas propias? ¿Lo toman como un fracaso o como una victoria?

–Ha pasado y pasa muchas veces que partidos políticos se apropian de causas que llevan años siendo disputadas por el pueblo. Quieren mostrarlo como si fuera un regalo de algún gobierno específico, y nosotros siempre combatimos esa idea. Decimos que no es un regalo, que han sido producto de luchas de mucho tiempo, de estar en las calles, de hacer muchas acciones para lograrlo. Que un gobierno intente apropiarse de determinadas medidas da cuenta de que esa pelea existe por abajo, pero sí es importante disputar el relato. Es una victoria que esos temas estén en agenda, pero no hay que dejar que los vacíen de contenido. Nada de lo que logramos fue un regalo. El aborto legal, el matrimonio igualitario, fueron luchas colectivas. Y hay que pelear también el relato, para que no borren esa historia.

–¿Cómo manejás las contradicciones entre distintas luchas? Por ejemplo, apoyar a Palestina pero sabiendo que allá no hay derechos para las mujeres.

–Las peleas tienen determinadas urgencias, y eso te establece prioridades. Lo cual no quita que uno no adhiera a las críticas que cultural o socialmente puedan hacerse a ese pueblo o a sus dirigencias. Ni hablar de lo que es Hamas, por ejemplo. Defender al pueblo palestino no implica defender a Hamas. Primero hay que frenar el genocidio; después discutimos todo lo demás. Hay quienes usan esas contradicciones para desviar la atención. No podríamos estar hablando de ninguna liberación si estamos viendo la masacre de un pueblo. Entonces, primero frenemos la masacre; después, si querés, discutimos todo lo demás.

–¿Cómo se elige en qué causas enfocar la militancia? Hay muchas injusticias a la vez.

–Todo está conectado, todo es parte del mismo origen. El sistema que permite la opresión de mujeres, pueblos y el ambiente es el mismo. No hay lucha menor. Por eso insistimos tanto en la importancia de construir organizaciones que puedan dar la pelea integralmente en todos los terrenos, pero sobre todo, entendiendo que el origen es el sistema capitalista. Las peleas puntuales son puertas de entrada para comprender que el problema de fondo es el capitalismo.

De hecho, desde el feminismo siempre decimos: “El patriarcado va a caer si tiramos también el capitalismo”. Porque el capitalismo necesita del patriarcado para reproducirse, para obtener más ganancias de todo lo que oprime a la mujer, por poner como ejemplo el feminismo.

–¿Y por qué no se hacen más marchas explícitas contra el capitalismo?

–Porque la conciencia se construye, y las luchas concretas hacen crecer esa conciencia colectiva. Lo que pasa en la actualidad es que cada gobierno va implementando medidas que lo hacen chocar con sectores específicos, y muchas veces se lucha por lo inmediato, y está bien. En ese camino se aprende quién es el enemigo, cómo organizarse. Se comprende que esas peleas son parte de una disputa más amplia dentro de este sistema. Las luchas parciales ayudan a que la gente dé el salto.

–¿En qué luchas viste avances concretos? ¿Y cuáles sentís que siguen estancadas?

–Una de las luchas donde más se avanzó es en la feminista: se logró poner en discusión la violencia de género, los femicidios; conquistamos el derecho al aborto… También en diversidad. Hoy, sin embargo, estas conquistas están cuestionadas. Lo que conquistamos ayer se pone en duda hoy. Nada es para siempre. Por eso la militancia sigue siendo tan necesaria.

–¿Qué les dirías a las juventudes que todavía no se involucran?

–Que no se queden mirando. Que se organicen, que militen, que se animen a transformar. Vivimos tiempos muy jodidos, y la única salida real está por la izquierda.

Comunicadora, docente y legisladora de la provincia de Córdoba, con más de veinte años de trayectoria en las calles y en la política, analiza el valor de la militancia como motor de cambio social. En esta entrevista reflexiona sobre las tensiones internas del activismo, la apropiación de luchas por parte del poder y la urgencia de defender lo conquistado.