Por María Juliana Lucero Martínez

Alina Luz Akselrad es una destacada modelo, actriz y comunicadora argentina nacida en Córdoba. Su carrera en certámenes de belleza comenzó a los 16 años y la llevó a representar a Argentina en el certamen Miss Universo 2020, donde alcanzó el Top 21. Además de su faceta como modelo, Akselrad es graduada de la Universidad de Harvard en derechos de protección infantil y desarrollo de programas de ayuda para personas vulnerables. Es autora del libro Abraza tu poder, donde comparte su experiencia personal y su misión de empoderar a otras mujeres. En 2024, fue coronada como Miss Charm Argentina y representó a su país en el certamen internacional realizado en Vietnam. Actualmente, Akselrad reside en México, donde se desempeña como actriz, conductora y locutora en Televisa.
–¿Qué fue lo que te impulsó a meterte en los concursos de belleza?
–Comencé mi carrera a los 16 años en el ambiente del modelaje. Lo que me llamó la atención de los certámenes de belleza es que no solamente estaba esta parte del escenario y de las pasarelas, sino que tenías un rol social dentro de la sociedad, y eso era lo que me gustaba. Porque ser Miss no es solamente la parte del escenario y los desfiles, sino que sos una embajadora de toda la identidad cultural de tu región. Vas en nombre de tu provincia o de tu país, representando a todo tu pueblo. Se involucra mucho en la parte social y cultural. Desde defender un proyecto social hasta levantar tu voz: tu opinión empieza a tener mucho más valor que la parte física y estética. Eso fue lo que realmente me motivó a hacer ese cambio del modelaje a los certámenes de belleza. En el modelaje tuve muchos fracasos y frustraciones que resultaron en malas experiencias. Así fue como empecé postulándome en distintas fiestas populares dentro de Córdoba: en Cruz del Eje, en Colonia Caroya. De a poquito empecé a escalar porque los certámenes son una disciplina, como cualquier deporte. Primero se gana el título a nivel regional, y eso te da la posibilidad de postularte a nivel provincial, luego nacional y finalmente internacional. Es una carrera donde empezás desde abajo hasta que llegás a tener el honor de representar a Argentina en las grandes ligas.
–Una de las apariciones que más se viralizó fue cuando saliste vestida con todo el atuendo de Diego Maradona. ¿Qué te llevó a elegir el fútbol como temática y, en particular, a Diego, teniendo también a Messi como otro gran ícono argentino?
–En los certámenes de belleza, una de las facetas más importantes es la presentación del traje típico. Tiene que ser una propuesta que represente la cultura del país, pero también debe tener ese plus de fantasía, moda y espectáculo que exige un escenario como el de Miss Universo. Elegir el traje es un trabajo en equipo: no es una decisión que se toma sola. Al igual que en el fútbol, tenemos un ‘director técnico’, que es nuestro director nacional, junto con un equipo de profesionales que incluye profesores de pasarela, oratoria, diseñadores, maquilladores y estilistas. Una es la cara visible, pero todo se decide en conjunto. Cuando nos sentamos a hablar del traje típico, llevé una lista de propuestas. Mi director técnico, Osmel Sousa, es venezolano y conoce Argentina, pero desde una mirada más externa. Entonces fue un trabajo en conjunto: yo, desde mi experiencia local, quería representar la Vendimia, el folclore, algo bien nacional, y él aportaba su visión desde el exterior. Un tema en común fue el fútbol. Yo quería representarlo desde su costado más emotivo: la pasión, la unión que genera entre familias y amigos. Antes de llegar a esa idea, Osmel propuso representar a Eva Perón, con un traje estilo “No llores por mí, Argentina”. No me parecía ni buena ni mala idea, pero sí polémica, porque implicaba meternos en política. Y yo no quería que el mensaje se interpretara de ese modo. Entonces propuse algo igualmente fuerte, pero desde otro ángulo: el fútbol. En un primer momento, la idea era representar a Messi. Pero el certamen fue dos meses después del fallecimiento de Diego Maradona. Consideramos que, por tiempo y contexto, era prudente hacerle un homenaje en un escenario internacional. Diego dio muchas alegrías al país y es una figura reconocida mundialmente. La idea fue arriesgada, generó tanto apoyo como críticas, pero se logró el objetivo: salir del típico traje de plumas y brillos, y mostrar algo diferente. Entré en zapatillas, pateando una pelota, haciendo sus gestos característicos… y eso llamó la atención. Si fue bueno o malo, ya es cuestión de opiniones. Pero a nivel estratégico, creo que funcionó: se habló de Argentina, de una parte muy característica de nuestra identidad, con nuestras dos Copas América y nuestra Copa del Mundo como respaldo.
–¿Cuál de todas las coronas sentís que fue la más importante para vos, la que más te marcó?
–Creo que no hay una corona que sea más importante que otra, porque todas formaron parte de mi camino dentro del mundo Miss. La primera siempre va a ser el primer amor, porque fue en esos primeros pasos donde enfrenté muchos miedos e inseguridades y realmente me preguntaba si ese era el lugar donde quería estar. La etapa de representación de la ONG Vaso de Leche fue mi primera corona regional, que me permitió representar a la ciudad de Colonia Caroya. A día de hoy lo sigue siendo, porque me nombraron Embajadora Cultural y Turística Permanente de la ciudad. Ese fue un gesto de confianza muy grande: que a los 18 años el intendente viera en mí el potencial para representarlos de por vida. Eso me marcó mucho, especialmente por el voto de confianza que depositaron en mí. Si hablamos a nivel de carrera, haber representado a Argentina en el Miss Universo fue lo más trascendental: es como jugar el mundial, es estar en las grandes ligas, llegar a lo máximo. Entonces, haber representado a Argentina como Miss Universo Argentina y haber formado parte del Top, clasificar, fue lo más importante y me cambió la vida, tanto a nivel profesional como personal. Es lo que me trajo a vivir a México y a desarrollar mi carrera como actriz y periodista. Pero a nivel sentimental, los primeros pasos siempre van a tener el mayor valor e impulso en mi vida.
–Mencionaste que fue ese camino el que te llevó a vivir a México y a desarrollar tu carrera como actriz y periodista. ¿Qué fue lo que te impulsó a dar ese cambio tan grande en tu vida y apostar por empezar de cero allá?
–La decisión de ir a vivir a México no fue escapar de Argentina, todo lo contrario. Fue una apuesta para abrir nuevos horizontes y seguir creciendo a nivel profesional. Siempre quise dedicarme a la actuación, además de la comunicación. Tuve muchas oportunidades de trabajar en la parte periodística aquí en México, pero sentía que no quería quedarme con nada pendiente sin al menos haberlo intentado. Después del Miss Universo se me dio la oportunidad de ir a Televisa, a trabajar y a estudiar. En Televisa hay dos campos laborales: la conducción televisiva y la actuación. Primero hice una especialización en conducción, ya teniendo mi título de comunicadora en Argentina, y después dije: “¿por qué no apostar a la actuación?”. Es algo que me gusta, pero que no lo hacía porque en Córdoba no hay tantas oportunidades de crecimiento como en México. Venir a México fue apostar a un futuro incierto, pero con la intención de construir una carrera internacional en actuación y comunicación. Cuando llegué, lo primero que hice fue ponerme a estudiar, para entender los códigos culturales: “¿Cuál es el estilo de comunicación del país? ¿En qué se diferencia de lo que hacía en Argentina?”. Lo segundo fue empaparme de información política, deportiva, económica y demás, porque ser comunicadora implica una gran responsabilidad. Tu opinión ya no representa solo tu voz, sino la de un medio. Tuve la oportunidad de trabajar en el noticiero de Televisa durante unos meses y también en un programa deportivo a nivel nacional, paralelamente desarrollando mi carrera en el área de actuación. Acá se abren las puertas no solo en México, sino a nivel internacional. Entonces fue como decirme: “¿Por qué me voy a quedar con esto, si sé que puedo dar más?”.
–Cuando llegaste a México, no solo comenzaste de cero, sino que también iniciaste un emprendimiento muy ligado a la cultura argentina. ¿Sentís que fue una forma de mantener viva tu identidad y seguir compartiendo tus raíces, incluso estando lejos de casa?
–Obviamente, irte a vivir al exterior, al menos en mi caso, te aferra aún más a tus raíces. Estar lejos de casa y de la familia me hizo preguntarme: ¿qué cosas me acercan a mi país? Y la respuesta estaba en pequeños detalles como un mate, una chocotorta, una medialuna o un alfajor, que me hacían sentir más en casa. Cada vez que me juntaba con amigas, llevaba alguna tarta de coco con dulce de leche o alfajorcitos de maicena, y les encantaban. A mí me emocionaba ver cómo disfrutaban algo tan nuestro, tan típico. Ahí fue cuando me pregunté: “¿Por qué no empezar a argentinizar un poco México?”, y así surgió la iniciativa de tener mi emprendimiento de postres argentinos. La verdad que funcionó muy bien y lo mantuve mientras estudiaba. Pero cuando comencé a trabajar, tuve que elegir: ¿abrir una cafetería con dulces argentinos o enfocarme en lo que vine a hacer, que es actuar? Fue entonces cuando decidí dejarlo un poco de lado. Igual, hasta el día de hoy, si voy a la casa de una amiga, llevo una chocotorta… si no, no me dejan entrar directamente.
–También publicaste un libro en el que hablás del bullying que sufriste de chica. ¿Qué mensaje querías transmitir al mundo al compartir tu historia?
–Mi libro se llama Abraza tu poder, y justamente eso es lo que quiero transmitir en cada página: abrazar lo que nos hace diferentes y únicos, porque es nuestra identidad, y si lo defendemos con orgullo y sin miedo a ser juzgados, siempre vamos a ir por el camino correcto. Aunque sí habla mucho de mi vida, el enfoque está puesto en los aprendizajes que me llevaron a convertirme en la mujer que soy hoy. Empecé a escribirlo durante la pandemia, cuando encontré una carta que había escrito a mis 12 años dirigida a mi “yo del futuro”. En esa carta me hacía preguntas como: “¿Qué va a pasar con esto? ¿Voy a lograrlo? ¿Van a dejar de molestarme por esta situación?”. Me dio mucha ternura encontrar a mis 21 años todos los miedos e inseguridades que tenía durante mi adolescencia. Fue ahí cuando sentí que el libro podía ser una respuesta para esa “Alinita” llena de dudas. Cuando empecé a escribir, pensé: quizás esa Alina que fui ya no lo puede leer y no puede recibir estos consejos, pero ¿cuántas Alinitas perdidas, llenas de temores y faltas de confianza hay por el mundo buscando estas respuestas? Así surgió el libro: como una forma de responder a esas inseguridades tan típicas de la adolescencia, de esa búsqueda de identidad, donde muchas veces nos deformamos para encajar en una sociedad o en un grupo popular de amigos. Terminás dándote cuenta de que, en ese intento, estás traicionando tu autenticidad. Siempre fui la diferente, la nerd del curso, la que se metía en concursos. Y eso muchas veces fue motivo de burla. Pero todo eso forjó mi carácter: siempre fui determinada. Si quiero algo, soy fiel a eso. Eso es lo que quise plasmar en el libro: abrazar tu poder desde tu autenticidad, y compartir los aprendizajes que construyeron mi personalidad. Busco transmitir un legado para esos jóvenes y adolescentes que se sienten tan perdidos como yo me sentí alguna vez. Y no solo en la adolescencia; muchas veces volví a encontrarme en esa misma situación. Lo importante es aprender y avanzar. Cuando vine a México con mi mamá y mi hermana, tuve que empezar de cero. Fue una nueva oportunidad para reencontrarme conmigo misma. Y en más de una ocasión, ese libro también me ayudó a volver a conectar con mi esencia y a tomar decisiones importantes.
Amenazas, denuncia y justicia: el proceso que enfrentó Alina Akselrad
Durante 2019, Alina Akselrad y su familia fueron objeto de intimidaciones anónimas mientras residían en Colonia Caroya, Córdoba. Este hostigamiento incluía llamadas telefónicas en las que se les advertía que le quemarían el rostro con ácido si continuaba participando en certámenes de belleza. Las amenazas también detallaban movimientos específicos de su familia, lo que incrementó su temor y sensación de vulnerabilidad. La investigación judicial identificó al periodista Ignacio “Nacho” Morero como el presunto autor de las amenazas. Morero, quien trabajaba en una radio local de Jesús María, reconoció haber realizado las llamadas, alegando que se trataba de una «broma zonza». Sin embargo, la Justicia consideró la gravedad de sus acciones y lo imputó por “amenazas calificadas por el anonimato”, elevando la causa a juicio oral y público.
–En relación al episodio que viviste con el periodista y las amenazas que recibiste, noté que no hubo mucha información pública sobre cómo lo atravesaste personalmente. ¿Cómo fue para vos recibir ese tipo de amenazas y convivir con el miedo de que en cualquier momento pudiera pasar algo?
–La verdad que fue muy fuerte, porque no solamente me involucraba a mí, sino a toda mi familia. Ahí fue cuando empecé a sentir mucho miedo. Al principio no sabíamos quién era. Hoy, con el diario del lunes, ya se sabe quién fue, qué pasó e incluso ya hay una sentencia, pero en su momento era recibir llamadas a toda hora del día. No eran amenazas al aire, sino muy concretas. Por ejemplo, estábamos en una plaza y recibíamos una llamada diciendo: “Están vestidas así; si no se van en este momento, le vamos a quemar la cara con ácido. Agarrá fuerte a tu hermana porque puede desaparecer”. Eran amenazas muy específicas. Una vez, estábamos por bañarnos en nuestra casa en Colonia Caroya para ir a un evento, y recibimos una llamada en la que se reían y decían: “Esta vez se van a bañar con agua fría, pero la próxima explota la casa”. Fuimos a revisar y descubrimos que nos habían vaciado la garrafa de gas. Esa fue la última vez que dijimos: “Tengo miedo, siento que me están siguiendo, no puedo estar tranquila, no sé quién es ni de dónde viene esto”. Era una mezcla de paranoia, dejar de hacer cosas por miedo, de sentir que estaba involucrando a mi familia. El hablar, levantar la voz y sentir que no te creen o que ponen en tela de juicio tu situación, incluso subestimando lo que estaba pasando… Por eso, con mi mamá, decidimos denunciar. Sentíamos que así empiezan muchas de las situaciones y noticias de femicidios que vemos en televisión. Gracias a la visibilidad que me dieron los certámenes y la exposición pública, pude alzar la voz y advertir que no hay que esperar a que suceda algo grave para denunciar. Por suerte, lo logré y gracias a la Justicia —aunque fue un proceso largo, de tres o cuatro años— se dictó una sentencia. Lo más importante para mí fue recuperar la tranquilidad, tanto mía como de mi familia. Eso es lo que quiero compartir con esta experiencia: la importancia de confiar y animarse a denunciar, aunque estés muerta de miedo y pienses que pueden venir represalias. Pero esa tranquilidad vale más que nada. Escucharte a vos misma y entender lo que estás viviendo —por más que mucha gente te quiera subestimar en el momento— es fundamental.
–¿Cómo viviste ese proceso tan largo, sabiendo que el caso ya se conocía y se estaba tratando, pero que igual no llegaba una respuesta rápida?
–Nos tuvimos que mudar de Colonia Caroya y no volvimos más. Con la última amenaza, en la que me dijeron que me iban a quemar la cara con ácido, decidimos con mi mamá irnos del país. No quería que nos encontraran, ni siquiera que nos buscaran. Estuvimos 20 días en el exterior escapándonos. Estuve un año y medio en terapia porque todo eso desencadenó muchas cosas: miedo, paranoia, sensaciones que no podía explicar y un trauma profundo. Fue un cambio muy grande tanto en mí como en mi familia, que de una u otra forma también se vieron perjudicados. Cuando ya sabíamos quién era, evitábamos compartir lugares en común. Cuando llegó el momento del juicio, mi decisión fue más una lección de vida. Aunque le correspondían varios años de prisión, esa no era mi idea. Quería dar un ejemplo, y lo que se decidió finalmente fue que hiciera trabajo social, que respondiera con ciertas horas de servicio para los más necesitados. Creo que eso fue lo más importante. Es lo positivo que pude sacar de toda esta situación, que definitivamente nos cambió la vida y la forma de ver muchas cosas.
–Ya con el tiempo y la experiencia después de haber atravesado todo eso, ¿hay algo que te gustaría decirle a alguien que esté viviendo una situación de miedo o angustia similar? Algo que a vos te haya servido y que creas que puede ayudar a otra persona a atravesarlo.
–Escuchar a las personas que realmente quieren lo mejor para nosotros. En mi caso fue mi mamá, que me decía: “Vamos a denunciar, esto no está bien”. Yo intentaba justificarme pensando que era algo normal o solo una broma, pero en mi familia hay un historial de desapariciones, y eso también influyó. Mi consejo es no esperar a que pasen cosas graves para tomar una decisión. Si sentimos que estamos en peligro, es clave no andar solas, buscar estar acompañadas y siempre avisar dónde estamos, porque uno siempre cree que no va a pasar nada. Aunque sea tedioso, es importante y necesario tener a una persona de confianza que siempre sepa nuestros movimientos. También es importante contarle lo que estamos viviendo a alguien de confianza: vecinos, amigos, familiares. Y otro punto fundamental es tener conciencia de lo que compartimos en las redes sociales. Muchas veces no tomamos conciencia y compartimos cosas como la ubicación o qué hacemos en tiempo real, y estamos dando demasiada información. Sin pensar que no todos los que nos siguen son realmente amigos. Muchas veces cuentas anónimas nos pueden estar siguiendo, y sin querer estamos dando demasiada información de nuestro paso a paso. Por eso, recomiendo prestar mucha atención a ese tipo de contenido.
–Sos actriz, periodista, conductora, autora y emprendedora… Con todo ese recorrido, ¿hay algún sueño que todavía te falte cumplir?
–Desde muy chica siempre fui muy determinada y sabía lo que quería. No dejé pasar el tiempo. A los 22 ya era locutora y periodista, y también publiqué mi primer libro. A los 23 me fui a vivir a México y empecé a estudiar actuación de cero; fueron tres años de formación en Televisa. Y si hablamos de sueños que quedan pendientes, me encantaría tener mi propia academia de preparación de mises y reinas. Descubrí esta faceta que me encanta: preparar a chicas que se están formando para participar en certámenes de belleza. Soy profesora de oratoria y es lo que más me gusta y disfruto, porque combina la pasión por la comunicación y por los certámenes. Siento que en Argentina todavía falta cultura Miss, entender que para ser Miss hay que prepararse, que hoy en día con solo ser bonita no alcanza. Hay que tener una preparación integral para poder representar al país a nivel internacional. Es muy diferente al modelaje, y muchas veces la preparación está mal enfocada, impidiendo que Argentina pueda destacarse en ese ámbito. Todo lo que aprendí para llegar a esa corona y a esas grandes ligas, me encantaría poder compartirlo con la futura generación de reinas. Siento que es importante compartir el conocimiento y el aprendizaje, porque al final es una competencia individual, pero si yo puedo capacitar y preparar a otra mujer para que represente a Argentina, y salir de ese ego para verlo como una misión nacional, creo que es muy lindo y muy valioso.