Por Martín Appendino, Luciana Caprini, Santiago Cavatorta Y Marcos Molina
“Somos muchos los diputados que consumimos dióxido de cloro, para facilitar nuestra tarea y no contagiarnos del bicho de porquería”, reveló semanas atrás el legislador nacional salteño Martín Grande (PRO) en la primera sesión de la Cámara de Diputados en la que se discutió el presupuesto 2021.
Esta acción reavivó la polémica que había iniciado la conductora televisiva Viviana Canosa, cuando en su programa, en vivo en el mes de agosto, ingirió la sustancia a modo de prevención contra el coronavirus: “Voy a tomar un poquito de mi CDS (solución de dióxido de cloro, por sus siglas en inglés). Oxigena la sangre. Me viene divino”, lanzó.

Hasta consumidores del producto criticaron la actitud de la conductora por poner esta sustancia en el centro de la escena, de manera inapropiada.
“Lo que hizo Viviana Canosa me pareció nefasto, ya que si vos querías promover esta sustancia, antes de cometer esa prepotencia hubiera llevado a especialistas en vez de dejar mal parado algo que provoca tanta sensibilidad hoy, pero tiene un montón de beneficios para la salud”, opinó Nicolás Perticaro, un joven instructor de yoga de la provincia de Buenos Aires y promotor del dióxido de cloro.
“¿Mis hijos se cortan? Dióxido de cloro. ¿Mis hijos se queman? Dióxido de cloro. ¿Les daría de tomar dióxido de cloro? Todavía no, porque no lo necesitan, pero si no me quedara otra, lo utilizaría”, opinó Nicolás.
De qué se trata
Ahora bien, ¿qué es el dióxido de cloro? Según la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades de los Estados Unidos (ATSDR), es una sustancia oxidante de color amarillo o rojo, usada generalmente como blanqueador, tanto en las fábricas que producen papel, como en las plantas potabilizadoras de agua, siempre en mínimas concentraciones.
El CDS, como se lo conoce en la jerga de los consumidores, es fácilmente soluble en agua. Su preparación es relativamente simple y muchas personas lo fabrican en sus casas, usando elementos mínimos, por eso se dice que está al alcance de cualquier persona.
En entrevista con este medio, la doctora en química orgánica y exvicedecana de la Facultad de Ciencias Químicas de la UNC, Virginia Sosa, explicó: “Es un compuesto oxidante muy reactivo, reacciona muy fácilmente con la materia orgánica. En su estructura y su forma de reaccionar es muy similar a lo que nosotros conocemos como lavandina o hipoclorito de sodio. Están emparentados estructuralmente y en reactividad química también.”
El dióxido de cloro es conocido hace muchos años en el campo científico. Pero su surgimiento como supuesto “tratamiento” alternativo y sus hipotéticos beneficios medicinales tienen un origen un poco más cercano en el tiempo. En 2006, el ingeniero estadounidense Jim Humble publicó un libro llamado La solución mineral milagrosa del siglo XXI, en el que desarrolló su teoría sobre el dióxido de cloro como una sustancia con potentes poderes curativos de todo tipo.
Según su hipótesis, la solución mineral milagrosa (MMS en inglés), llegó a su vida en uno de sus tantos viajes de trabajo a minas situadas en Centroamérica después de tomar la decisión de tratar distintas afecciones de los mineros con este preparado.
Lo mismo decidió hacer Francisco Insúa (un allegado a quien el yogui Perticaro le recomendó el CDS) ante una afección bucal que lo tenía a mal traer. “A través de la recomendación de un amigo empecé con el CDS haciendo buches de tres a cuatro veces por día durante tres minutos cada uno. También realizo algunos cepillados con la preparación o con CDS puro para mantener una higiene bucal óptima”.
A partir de la publicación de su teoría, el ingeniero Jim Humble comenzó a ganar seguidores que, por lo general, estaban afectados por dolencias crónicas de todo tipo y se encontraban en búsqueda de terapias alternativas.
“A mis 27 años –siguió contando el instructor de yoga Perticaro– yo tenía algunas inflamaciones por lesiones viejas y dolores articulares. Fui viendo que me sentía con más energía, que dormía mejor, a los 10 y 12 días me empezó a llamar la atención y ahí es donde empecé a profundizar en toda la teoría , abrir el campo y recomendarlo a amigos”.
La iglesia del dióxido de cloro
El pionero en el uso del dióxido de cloro, Humble, terminó creando una iglesia propia en Estados Unidos, llamada Génesis II, y declaró ser un dios de mil millones de años proveniente de la galaxia Andrómeda.
Pero ni ese rapto místico del pionero acobarda a los consumidores. Fabián , un consumidor de General Rodríguez, provincia de Buenos Aires afectado por psoriasis cuenta: “Lo empecé a tomar por un tema de mis manos, sentía mucho dolor en mis dedos y no podía moverlos por la mañana”.
Al no encontrar resultados, Vega aumentó la dosis de dióxido de cloro cuando entró en el segundo mes de tratamiento porque “sabía que hasta 30 mililitros podía llegar a tomar”. “Voy por el tercer mes y el dolor es casi mínimo. Lo sigo tomando por precaución”, aseguró.
Existen numerosos seguidores que se dedican a esparcir la teoría de la MMS. Entre los más destacados se encuentra el alemán Andreas Kalcker, quien se presenta como el científico que modificó la fórmula original creando el CDS, cuya preparación resultaría “menos nociva” para los usuarios.
Este autoproclamado “doctor” alemán, es uno de los principales abanderados del compuesto. Este año se volvió viral a través de cadenas de WhatsApp un video donde Kalcker propone al dióxido de cloro como cura del nuevo coronavirus, sumando otras afecciones. El polémico “científico” fue detenido en España en el año 2012, cuando se lo encontró vendiendo el preparado.
“Los dos son iguales, tanto el MMS como el CDS son dióxido de cloro pero lo que cambia es la preparación. Andreas Kalcker lo que hace es mejorar la fórmula”, explicó Perticaro, a quien no le parece tan dramática esa detención.
Una vendedora de CDS, oriunda de la ciudad de Córdoba, que pidió que no se publique su nombre, explicó que la preparación de Humble incluye ácido cítrico, mientras que Andreas Kalcker utiliza ácido clorhídrico, que “es más suave y tiene un PH neutro”. La mujer afirma que, aunque ella provee este último, “muchos lo siguen haciendo con (ácido) cítrico porque es más barato”.
Existen cientos de referentes que se dedican a la divulgación y distribución del óxido de cloro, pero en la mayoría de los casos buscan mantenerse fuera de la mirada pública.
Felisa Gayón una maestra rosarina que vive en Córdoba y paciente oncológica que conoció al dióxido de cloro en 1997, comentó cómo los consumidores se proveen del producto en algunos casos: “Me lo traen de Uruguay y también lo hacen ahí en La Falda, en una casa de reposo. El que está encargado de la institución sabe hacerlo y lo prepara y yo sé que es bastante serio en cuanto a cómo lo hace y cómo lo prepara”. Se intentó contactar al mencionado centro de reposo de esa ciudad, sin obtener respuestas de los administradores.
Está prohibido
Entonces, ¿qué hay detrás de esta sustancia y la comunidad que la rodea?
Es importante remarcar que no existe en el mundo científico ningún estudio confiable que avale el uso del dióxido de cloro como tratamiento médico e incluso gran parte de la comunidad científica lo remarca como un producto potencialmente peligroso.
“Lo que me pasó el segundo día fue una diarrea terrible. Hablé con un médico de Colombia y me dijo que es normal”, contó Perticaro.
En nuestro país, la Asociación Toxicológica Argentina emitió en abril una alerta sobre el consumo de este tipo de sustancias y su peligrosidad para la salud en general.
Meses después, el Ministerio de Salud de la Nación prohibió la venta del dióxido de cloro como producto médico, tras la pronunciación de Anmat. Esta resolución produjo que la venta del CDS sea un delito contra la salud pública en nuestro país.
Cabe destacar que el consumo de dióxido de cloro se cobró la vida de un niño neuquino de 5 años en agosto de 2020.
“El dióxido de cloro no tiene uso medicinal. En 2018 la Food and Drugs Administration (FDA) prohibió en Estados Unidos la venta de dióxido de cloro como sustancia medicinal”, afirmó la bioquímica Lorena Miñones, quien trabaja para las Fuerzas Armadas.
Consecuencias para la salud
“El uso medicinal del dióxido de cloro no tiene ninguna base científica. No existe documento que pruebe que puede darse de manera medicamentosa. En grandes dosis puede ser tóxico”, precisó Miñones.
Vómitos, cefalea, disnea y fallas renales son algunos de los problemas que puede causar el consumo de dióxido de cloro. Incluso pueden existir dolencias más difíciles de percibir, y por tanto más peligrosas, como algunas ligadas a afecciones hematológicas.
Sin embargo, la comunidad de consumidores niega la toxicidad del producto. “El dióxido de cloro solamente se considera tóxico si vos lo inhalas, y la toxicidad del dióxido de cloro está calculada que son algo de 10 litros por día, para una persona de 70 kilos durante 14 días”, cuenta el yogui Perticaro.
Por el contrario, la doctora en química Virginia Sosa explicó: “Yo no he encontrado ninguna publicación científica seria, de publicaciones internacionales o avaladas, que indiquen que (el dióxido de cloro) al entrar a un organismo animal ocurra lo que esta gente dice. Todo lo contrario, se ha demostrado que en ratas y en monos primates ocurre que hasta oxida la sangre, entonces disminuye la capacidad de los glóbulos rojos de transportar el oxígeno y eso hace que se vean problemas respiratorios y hasta pulmonares. Es tóxico a partir del consumo de 0,8 partes por millón. Todo lo demás, cuando se supera ese límite, es tóxico”, remarcó.
Pero la toxicidad no es el mayor de los peligros: además, algunos de los consumidores abandonan sus tratamientos médicos convencionales en búsqueda de respuestas. Así lo expresa Felisa Gayón, una paciente oncológica que conoció el dióxido de cloro en 1997. “Te encontrás con un montón de gente que deja los tratamientos de la medicina común por dedicarse sólo y absolutamente a los tratamientos que le están dando con medicina natural (CDS) y no se hace un control”, asegura Felisa.
“Por ahí el fanatismo tampoco me parece que esté bueno, entonces hay que buscar un equilibrio. Necesitás tener análisis, tener referentes, ir controlando cómo vas. Porque a lo mejor te hace bien, como por ahí no. Me parece que hay que ser serio en eso”, agregó.
Mejor informarse
La realidad científica marca que el dióxido de cloro no posee ninguna propiedad medicinal comprobada para hacer de su consumo un tratamiento contra el coronavirus y contra otro gran número de enfermedades como proponen las organizaciones y personajes que lo promueven.
Pese a eso, parece ser difícil convencer a los consumidores. “Si se le puede dar una herramienta para mejorar esa calidad de vida hay que dársela. Y si sabés que esa persona en dos días se te muere, porque los médicos saben, no cuesta nada probar y ver si funciona o no funciona”, opina Perticaro.
Los profesionales consultados concluyeron, además, que la proliferación de estas sustancias “milagrosas” se producen por la falta de educación y mala comunicación de los resultados de las investigaciones.
“Yo creo que aquí hay una falta de educación en general, falta de educación y de información sobre lo que es el método científico. La persona no indaga el fundamento de esto que le están diciendo, hay una tendencia a acudir a recetas milagrosas. Esto se cura con educación e información verídica”, cerró la doctora y exdocente de la UNC, Virginia Sosa.
Informe publicado en La Voz del Interior.
Otros siete remedios mágicos que no lograron curar nada
Virus y seres humanos se han enfrentado desde el inicio de los tiempos. En esta eterna lucha por quién es el más fuerte y para curar todo tipo de enfermedades o dolencias se han empleado rituales y métodos ancestrales como hierbas, plantas, minerales, bebidas alcohólicas, danzas, ritos o miel.

En el mundo antiguo, los secretos de la medicina y la farmacéutica eran conservados por grupos de hombres y mujeres especialistas, que los transmitían a sus discípulos o descendientes de manera exclusiva. Fue recién a finales de la Edad Media cuando estas dos futuras ciencias se separaron y la preparación de los medicamentos quedó a cargo de los boticarios, quienes empezaron así a diferenciarse de brujos y curanderos.
Recién con la conformación de los primeros colegios y facultades en el siglo XIX vio la luz la farmacia moderna, con los aportes de la botánica, la química y otras ciencias que formaron académicamente a los nuevos especialistas.
En la actualidad la aprobación de los productos médicos está a cargo de las autoridades reguladoras nacionales, con aval de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En nuestro país la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) es la autoridad de aplicación que trabaja cooperativamente con la FDA estadounidense y otros organismos similares para autorizar el uso y distribución de los fármacos.
Pero la ciencia es avance y retroceso, conocimiento en construcción permanente. Por eso, a lo largo de la historia de las curaciones y la farmacia se han utilizado numerosos métodos que posteriormente fueron descartados:
Máscaras de hierbas contra la peste negra. El médico francés Charles de Lorme inventó en 1630 una vestimenta particular que fue usada por los doctores de la peste en Europa. Se componía de enormes telas que cubrían todo el cuerpo, guantes de cuero de cabra, lentes, una vara o bastón para evitar el contacto y defenderse de los enfermos y unas máscaras picudas con dos orificios a la altura de las fosas nasales.
Como se creía que la enfermedad se propagaba a través de los miasmas (emanaciones olorosas que se desprendían del suelo y el agua estancada), el objetivo de la máscara era purificar el aire previo a su ingreso a los pulmones. Por eso, las llenaban de triaca, un preparado que incluía 55 especies de hierbas, canela, mirra, miel y polvo de víbora. La forma y la longitud de la máscara (unos 15 cm) permitían que el aire impuro entre en contacto con las hierbas antes de llegar a la nariz.
Fármacos “curatodo” de Kilmer & Co. Desde diuréticos y laxantes hasta “reguladores del ciclo femenino”, la compañía Kilmer fabricó y patentó entre los siglos XIX y XX una serie de 18 medicinas compuestas de hierbas y grandes dosis de alcohol. A esto último se atribuye en gran parte el alivio que podían sentir los pacientes cuando ingerían los remedios de la firma. Sin embargo, carecían de morfina, opio o cocaína, que eran utilizados por competidores contemporáneos.
Algunas de las creaciones de Kilmer fueron: el remedio para el corazón de hierba de océano, la cura india para la tos, el remedio femenino que se vendió como “gran purificador de la sangre y regulador del sistema” y el Swamp Root (raíz de pantano) para los problemas de hígado, riñones y vejiga. Con una publicidad inteligente y un tanto engañosa, promovieron el consumo de estos fármacos, que aunque sobrevivieron a la regulación legal de medicamentos nocivos, fueron duramente cuestionados por la nueva comunidad científica.
Inyecciones de crotoxina. La posibilidad de curar el cáncer con veneno de una serpiente sudamericana llenó de orgullo y expectativas tanto a los científicos como a los habitantes argentinos. Entre 1985 y 1998 se efectuaron distintas fases de investigación y experimentación con pacientes oncológicos que voluntariamente se inscribían para recibir dosis diarias de veneno de serpientes cascabel. Entre tanto, se prohibió este método en el año 86 y nació el mercado negro de crotoxina. Las investigaciones se reabrieron en 1997, 2002 y febrero del 2020 con una nueva esperanza: la aleación de crotoxina con sílice SBA-15 para combatir el dolor crónico.
La Cadena del Gorgojo. Desde Oberá, Misiones, en 1999 un analista en sistemas promovió el consumo de insectos vivos para la curación de dolencias y enfermedades crónicas. El tratamiento consistía en la ingesta de aproximadamente 4.900 tenebriónidos (gorgojos) durante 140 días. Se afirma que deben consumirse vivos porque al llegar al estómago explotan y liberan “coleotoxina”, un término que se inventó para dar la idea de que la toxina de estos coleópteros tiene similares efectos a la crotoxina.
Hierba o fermento de San Juan. Algunas personas diagnosticadas con VIH utilizaban hasta hace pocos años un remedio herbal no regulado. El mismo se empleó para tratar la depresión moderada y la ansiedad, y adoptaba múltiples formatos: té, pastillas, líquidos y preparaciones tópicas (de aplicación externa y local). Lejos de presentar propiedades curativas, produce agitación, insomnio, irritabilidad y problemas estomacales, entre otros efectos secundarios.
Veneno de hormigas rojas. Néstor Corsi, conocido como “el profeta Kroop” de San Marcos Sierras, fue condenado en octubre de 2017 a cuatro años de cárcel por ejercicio ilegal de la medicina y estafas reiteradas. Prometía curar el cáncer con una vacuna de origen ruso cuyas dosis eran fabricadas por él mismo a partir de veneno de hormigas rojas. Incluso, según fuentes cercanas a la causa judicial que se abrió por el tema, habría llegado a recetar a una mujer que se hiciera picar por las hormigas a diario, con el fin de eliminar “células cancerosas residuales” de un tumor ya extirpado.
Batido de aloe vera. A la multitud de falsos remedios contra el cáncer se suma una receta basada en sábila (aloe) preparada y difundida por el brasilero Romano Zago, religioso franciscano. Zago asegura que con aloe vera, miel y un poco de coñac o whisky, el cáncer no solo puede ser combatido sino también prevenido. Un dato no menor es que entre los ingredientes hay un tipo específico de aloe, el mismo que se encargan de comercializar quienes comparten la receta.
Estos son solo algunos ejemplos que permiten, al menos, tener precaución con las sustancias o elementos puramente experimentales y sin sustento científico, mientras validan el trabajo de médicos, farmacéuticos y otros especialistas, abocados a tareas para las que son plenamente competentes.